Por Guillén Torres
“Irony characterizes the attitude of one who, when confronted with the choice of two things that are mutually exclusive, chooses both. Which is but another way of saying that he chooses neither.”
Haakon M. Chevalier
Un día después de que el jurado en Cannes otorgó la Palma de Oro al filme Underground, de Emir Kusturica, varias voces se alzaron denunciando la carga ideológica ambigua de la película. El filósofo francés Alain Finkielkraut, de gran presencia mediática, inició la polémica con la siguiente declaración en un artículo para el periódico Le Monde:
“Al premiar a Underground, el jurado de Cannes pensó estar honrando a un creador con una gran imaginación. De hecho, reconoció a un ilustrador servil lleno de estereotipos criminales y clichés; promocionó la versión más falsa, posmoderna y americanizada de la propaganda serbia filmada en Belgrado. El diablo mismo no pudo concebir un insulto más cruel a Bosnia o un epílogo más grotesco a la frivolidad e incompetencia occidentales.”[1]
La crítica principal de Finkielkraut era que mediante la manipulación de las imágenes provenientes de documentales, Kusturica había nazificado a los sectores de la población que se oponían al nacionalismo serbio, justificando mediante la autodefensa su aniquilamiento. Sin embargo, el indignado discurso del filósofo francés tenía una gran falla de origen: Finkielkraut no había visto la película.
Varios meses después, Kusturica ejerció su derecho de réplica publicando un artículo en el mismo periódico. En él reclamó impersonalmente que el artículo del filósofo francés hubiera sido publicado sin importar que aquél no hubiese visto la película, pero no negó ninguna acusación. Mediante una serie de descripciones de imágenes cinematográficas, Kusturica llevó al extremo la crítica de Finkielkraut hasta volverla una caricatura. Se describió a sí mismo y a su familia como un grupo de locos nacionalistas serbios, fanáticos de Milosevic, y explícitamente dejó en manos de los lectores de Le Monde la interpretación de su trabajo cinematográfico. Kusturica no se preocupó de aclarar nada con su respuesta.
Posteriormente, al sostener su crítica de Underground, y después de haber visto la película, Finkielkraut reconoció a Kusturika con el dudoso honor de haber creado el primer film perteneciente al género de la propaganda onírica,[2] haciendo referencia al estilo surrealista del cineasta. Peter Krasztev retomó también esta crítica en su artículo Who will take the blame,[3] afirmando que en la película nada de lo que se dice tiene intención de ser verdadero. Tomando como punto de partida la metáfora de Marko, Blacky y Natalia como padres de Yugoslavia, Krasztev afirmó que la historia de país se reduce al ato de mentiras que se dicen para evitar matarse entre si.
Y es que ciertamente la carga fantástica de Underground es bastante fuerte. Pero eso no permite acusar a Kusturica de ser portavoz de un discurso específico a favor de alguno de los grupos en conflicto. Tal vez el origen de las severas críticas a la película no está en la existencia de un discurso pro-serbio, sino en el papel protagónico que la ironía tiene dentro de la película.
En este sentido, otra crítica proveniente del filósofo eslovaco Slavoj Žižek, puede servir como herramienta explicativa. Según Žižek, el problema con Underground no es su discurso político, sino exactamente la pretensión que tiene de ser totalmente apolítica. Tomando en cuenta que el conflicto Yugoslavo es de una magnitud tal, que resulta imposible de describir sin tomar partido, las intenciones irónicas de Kusturica terminan por representar la guerra y el barbarismo en los Balcanes como algo absolutamente normal y atemporal;[4] “la guerra en esta región es un fenómeno natural […], como un terremoto que estalla de tiempo en tiempo”, había dicho el cineasta en alguna ocasión.
Lo que Žižek parece olvidar es que la ironía y la burla pueden cumplir otra función que la de despolitizar un discurso. La ironía es un concepto relacional que implica tener claro un ideal con respecto al cual otra situación resulta irónica. Por lo tanto, toda la construcción de Blacky como un rebelde salvaje, idealista y con fuerza super-humana; y de Marko, como un intelectual traicionero, sedicioso y mal poeta, en realidad convierten a Underground en una crítica total a los nacionalismos, del lado que sean. La película tiene, entonces, un discurso bastante conflictivo. Por un lado, Kusturica en efecto retrató a los eslovenos y a los croatas como partidarios nazis, criticando su reacción favorable a la ocupación de las tropas de Hitler. Pero también mostró la hipocresía del régimen titista mediante el patético oportunismo de Marko y la conocida metáfora del encierro en el sótano como vida durante el régimen comunista. Por último, también representó la locura de la guerra a principios de los noventa mediante la imagen de un enloquecido Blacky fungiendo como jefe chatnik y firmando sentencias de muerte para todos. Y la lista podría seguir si además se considera que la versión para televisión dura alrededor de cinco horas.
Esta crítica multidimensional resulta bastante acorde con las declaraciones políticas que Kusturica ha hecho en varias ocasiones. Siendo hijo de bosnios musulmanes, pero agnósticos y partidarios de Tito, Kusturica estaba realmente a gusto considerándose como yugoslavo. Pero nunca perdió la oportunidad de condenar las limpiezas étnicas llevadas a cabo por todos los grupos en conflicto, así como tampoco se ha contenido en declarar que la pelea entre los musulmanes y los serbios de Bosnia en realidad debe mucho a la intervención de las potencias extranjeras.[5]
¿Entonces cuál es el discurso de Underground? Sean Homer considera que se trata de uno bastante más pesimista y crítico del yugoslavismo de lo que la mayoría de los adversarios de Kusturica han reconocido. En Retrieving Emir Kusturica’s Underground as a critique of ethnic nationalism,[6] Homer toma como base para establecer la posición política del cineasta serbio tanto el subtítulo de la película (Once upon a time there was a country), como la última escena, en la que todos los personajes viajan por el mar en un desprendido pedazo de tierra. A primera vista -dice Homer- estas dos señales podrían interpretarse como una enorme nostalgia por Yugoslavia. Pero el uso irónico que Kusturica hace, por ejemplo, de las imágenes del funeral de Tito, parecen ir en contra de tal interpretación, como también el hecho de que todos los personajes entran en conflicto aún cuando navegan solos y a la deriva en su pequeña isla (Blacky y su primera esposa discuten notoriamente, igual que Natalia y Marko). Underground es, entonces, una crítica a todos los nacionalismos étnicos y en efecto una alegoría del balcanismo (o balcanización), pero no de la manera negativa que Žižek pretende, sino como una descripción hecha por un hombre cuya vida ha transcurrido íntegramente durante el conflicto. La guerra constante en Yugoslavia no es natural para Kusturica en el sentido de que debe presentarse como parte de un proceso normal, sino en el sentido de que simplemente ha sucedido; Yugoslavia ha sido creada y desmembrada varias veces, mediando enfrentamientos armados en todas ellas.
Esta enorme crítica sólo puede ser posible gracias a la manera en que Kusturica presenta su discurso, burlándose de todo y de todos. La ironía con la que el cineasta serbio se maneja ha producido interpretaciones encontradas sobre su película, pero también le permite hacer una crítica muy ácida a todas las partes envueltas en el conflicto. Kusturica no escoge lados, todos le parecen igual de bárbaros o hipócritas. Lo importante es que hubo un país y que persiste el conflicto. Ese parece ser el mensaje final de la película.
[1] Finkielkraut, Alain, “L’imposture Kusturica,” en Le Monde (Paris), 2 Junio de 1995.
[2] Finkielkraut, Alain, “La propagande onirique d’Emir Kusturica” en Liberation (Paris), 30 de ocubre de 1995.
[3] Krasztev, Peter, “Who Will Take The Blame?”, Central Europe Review, Vol. 1, No. 3, 12 July 1999.
[4] Žižek, Slavoj, “Multiculturalism or the cultural logic of multinational capitalism?” disponible en http://libcom.org/library/multiculturism-or-the-cultural-logic-of-multinational-capitalism-zizek (acceso 18 de julio del 2009)
[5] Citado por Cedric Housez en “Alain Finkielkraut y Bernard Henry Lévy, dos propagandistas del «choque de civilizaciones»”, disponible en http://www.voltairenet.org/article125276.html#nb9 (acceso 18 de Julio del 2009)
[6] Disponible en http://www.ejumpcut.org/currentissue/Kusterica/index.html
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