Sri Lanka fue, durante los primeros años siguientes a su independencia del Imperio Británico, uno de los países asiáticos en donde la democracia parecía tener mejor futuro. La transición a ser un Estado libre no fue violenta y ocurrió mediante un movimiento cuyos líderes eran una élite educada, convencida de que una sola nación era posible. Sin embargo, las tensiones étnicas entre los diversos grupos que habitan el territorio del país no tardaron mucho en aflorar. Antes de que el movimiento independentista pudiera celebrar diez años de su victoria, las dos principales etnias que habitan el territorio ceilanés[1] comenzaron a enfrentarse políticamente, generando una lucha que abarcó más de 50 años, provocó miles de muertos, radicalizó a la sociedad, y que parece haber terminado sin realmente solucionarse.
A pesar de que el enfrentamiento que mantiene la minoría Tamil con la mayoría cingalesa tiene todas las características de un conflicto étnico clásico, su naturaleza es bastante peculiar. Sri Lanka es un país que había estado acostumbrado a la multiculturalidad desde tiempos antiguos; ambas etnias convivieron en relativa armonía –incluso junto a otras minorías como musulmanes y chinos- durante más de dos mil años. Por otro lado, durante la dominación colonial, los habitantes de esta isla-nación vieron sucederse uno tras otro gobiernos portugueses, holandeses y británicos, situación que contribuyó aún más a que la realidad social cingalesa se construyera como fundamentalmente pluriétnica.
En este sentido, no fue hasta que los imperativos de la construcción de un Estado unitario moderno, al estilo europeo, se hicieron presentes, que comenzaron a surgir los problemas. Resulta muy significativo, por ejemplo, el hecho de que el conflicto se desatara cuando en 1956 el cingalés fue declarado idioma oficial, en perjuicio de la minoría tamil. Por otro lado, el conflicto en Sri Lanka tiene la particularidad de que la mayoría opresora es, en realidad, una minoría; la cultura cingalesa tiene en Sri Lanka su único santuario.
En los párrafos siguientes realizaremos un breve recuento de los sucesos que constituyeron el conflicto que ha ocupado la mayoría de la vida independiente de Sri Lanka, y que ha tenido un desenlace fatídico que no beneficia realmente a ninguna de las partes. También presentamos las razones que ambos bandos han sostenido como banderas ideológicas y, finalmente, sugerimos cuáles fueron los principales obstáculos que impidieron una solución pacífica.
Historia del conflicto
Sri Lanka ha sido un país multicultural desde hace varios milenios. La historia de convivencia de grupos sociales distintos puede trazarse hacia atrás en el tiempo hasta el 525 AC, cuando los habitantes originarios de la isla fueron conquistados por budistas provenientes de India. (Johnson, 2005) Desde ese momento, la composición demográfica de la zona quedó determinada; los budistas recién llegados son los antepasados de la mayoría étnica cingalesa, mientras que los habitantes originarios son los abuelos de los tamiles.
Posteriormente, durante el siglo XVI, la isla fue colonizada por los portugueses, lo cual obviamente añadió más elementos a la interacción cultural. Dos siglos después la isla cayó en manos de los holandeses y poco menos de 100 años después la tomaron los británicos. Después de una lucha que duró un poco más de 20 años, el país logró su independencia del imperio británico en 1948 y adoptó el nombre de Ceylán.
Al final del dominio británico Sri Lanka se perfilaba para ser una democracia exitosa. Sus instituciones políticas eran unas de las más consolidadas de todos los países en vías de desarrollo que habían ganado su independencia en los mismos años. En la construcción de este régimen de transición, la convivencia y cooperación política entre las diferentes etnias que habían logrado tener representación política fue bastante importante. Las diferencias entre los Tamiles y los Cingaleses, aunque importantes, nunca fueron obstáculo para la instauración de un régimen democrático que era admirable para su contexto poscolonial. (Ismail, 2005) Sri Lanka, aún después del inicio de la rebelión de los Tamiles, obtenía siempre los primeros lugares en cuanto a calidad de vida entre los países de su región.
Sin embargo, poco después de quedar conformado como un país independiente, las políticas de privilegio para la mayoría cingalesa comenzaron a aparecer. (Ismail, 2005) Lo primero que se hizo fue limitar el número de estudiantes tamiles que podían acceder a un lugar en las universidades. Los cingaleses estaban alarmados de que, a pesar de ser una minoría, los Tamiles tenían más facilidades para obtener altos cargos en gobierno y empresas porque estaban mejor educados. Las protestas generadas por estas determinaciones se usaron como pretexto para que el líder independentista, ahora convertido en gobernador, eliminara la opción de un sistema federalista que permitiera la autonomía en las zonas de mayoría tamil. Entre 1956 y 1976, los tamiles intentaron recobrar su antiguo estatus igualitario frente a la mayoría cingalesa, así como aumentar sus niveles de autonomía mediante mecanismos institucionales. Sin embargo, su situación empeoró al grado de que la mayoría cingalesa logró bloquear absolutamente la posibilidad de una conformación federal para Ceylán. Desde ese momento, el discurso político de los Tamiles cambió radicalmente, pasando de las propuestas federativas, al separatismo. De la misma manera, el discurso de los cingaleses se volvió más duro y durante los siguientes 20 años las políticas públicas orientadas a mejorar la situación de la mayoría cingalesa, en detrimento de los Tamiles, fueron algo común. No sólo se restringía la capacidad de los Tamiles de expresarse en su propia lengua, educarse, y comerciar, sino que su participación política también empezó a verse disminuida. Esta faceta del enfrentamiento llegó un máximo preocupante cuando, durante 1982, el presidente propuso postergar la renovación del parlamento en un momento en el que se consideraba que los Tamiles podían alcanzar hasta el 20% de los escaños. (Krishna, 1999) Como mecanismo de protesta, todos los representantes tamiles de la cámara renunciaron.
Para mayo de 1983 los enfrentamientos se habían esparcido por todo el territorio de Sri Lanka, obligando al gobierno a decretar un estado de emergencia que resultó nominal, pues la mayoría cingalesa, harta de las revueltas tamiles tomó las calles con una gran furia, atentando contra los negocios y casas de la minoría. (Kearney, 1985) Miles de tamiles fueron forzados a huir a la zona de Jaffna, territorio en donde, hasta el día de hoy, son una mayoría. Cuando la situación se calmó, la presencia tamil fuera de la península de Jaffna era tan minúscula, que todo el diálogo entre los líderes de ambas etnias se cortó y las reservas de los extremistas tamiles de no atacar los territorios del sur por temor a las represiones en contra de los miembros de su etnia que habitaban esa zona, desaparecieron, de tal manera que los atentados se recrudecieron.
El brote de violencia del 83 convenció al gobierno cingalés de que la única manera de mediar con los extremistas tamiles era pedir ayuda diplomática a la India. (Ollapally, 2008) La primer ministro, Indira Gandhi, aceptó intervenir como mediador en el conflicto, por lo que emisarios tamiles y cingaleses fueron enviados a la India para establecer pláticas de paz. Sin embargo, las acciones del gobierno de Sri Lanka en contra de la minoría tamil habían provocado tanta furia en estos últimos, que se negaron a hablar directamente con los enviados cingaleses, estableciéndose toda la comunicación mediante los diplomáticos indios.
Al mismo tiempo que se sucedían los enfrentamientos entre las dos etnias, al interior del bando tamil surgieron tensiones que alcanzaron los mismos niveles de violencia que en las relaciones con los cingaleses. (Shastri, 1190) Diversos grupos tamiles se disputaban la representación de la comunidad entera, pero sus orientaciones iban desde las institucionales, que abogaban por una solución dentro de los marcos del estado de Sri Lanka, hasta los más radicales, que veían a la lucha armada como única solución. A mediados de los ochenta, cuando las pláticas de paz se estancaron, los grupos radicales comenzaron a asesinar a los líderes de las facciones no armadas.
Por otro lado, la comunidad cingalesa también se encontraba dividida y enfrentada en relación con las posibles soluciones al conflicto. Un sector se encontraba más dispuesto a otorgar cierto grado de autonomía a las regiones tamiles, aunque no independencia total, mientras que otro veía en esta solución y la mediación de india, una afrenta contra la nacionalidad cingalesa. (Ismail, 2005) El grupo más conservador logró conformarse dentro del parlamento como un grupo poderoso que se encargó de bloquear cualquier propuesta que modificara la naturaleza de Sri Lanka como un estado budista, centralista y unitario. Esta misma facción conservadora del gobierno logró que el ejército atacara las zonas del país ya controladas por la guerrilla tamil, causando masacres que no fueron conocidas por el mundo hasta mucho después.
Al darse cuenta de la poca disposición del gobierno cingalés por mantener la paz, India comenzó a cuestionarse su papel dentro del conflicto y, presionada por la minoría tamil en su propio congreso, decidió tomar un papel más activo para contener la violencia que el estado cingalés desplegaba contra la minoría tamil en el norte de su territorio, muy cercano a las cosas de la India. A mediados de 1987, después de que el gobierno de Sri Lanka ordenara una serie de cruentos ataques contra la zona controlada por la guerrilla, India decidió enviar botes con ayuda humanitaria para los afectados. El gobierno cingalés entendió esta acción como una ofensa y forzó a los barcos a regresar a territorio indio. (Ollapally, 2008) Esto elevó las tensiones entre ambos países, que se encontraban latentes desde hacía tiempo debido a la sensación cingalesa de que la India no cumplía con su papel de mediador y era incapaz de controlar a los tamiles.
Sin embargo, la incapacidad del gobierno cingalés de controlar la rebelión tamil le obligó a mantener su petición de ayuda al gobierno indio. A finales de 1987, a cambio de una intervención directa en la zona de conflicto, Sri Lanka e India llegaron a un pacto mediante el cual el primer país se obligaba a retirarse de las zonas de conflicto, concediendo cierto grado de autonomía y privilegios a los tamiles, y el segundo desplegaría las tropas necesarias para desarmar a las guerrillas tamiles.
Desafortunadamente las concesiones de los cingaleses llegaron demasiado tarde, de tal manera que la mayoría de los grupos tamiles radicales ya no estaban dispuestos a aceptar los términos del acuerdo firmado por los tres actores. (Ollapally, 2008) Aunque algunos grupos rebeldes tamiles aceptaron entregar las armas, el más importante, Los Tigres de Liberación del Eelam Tamil se negaron a pacificarse y continuaron con la lucha, tanto contra el ejército indio como el cingalés.
Al pasar del tiempo el papel de India en el conflicto se volvió extremadamente delicado, pues no podía mantener una presencia neutral por más que se esforzara; si intentaba establecer relaciones con los grupos rebeldes tamiles para evitar desarmarlos de manera violenta, la mayoría cingalesa la percibía como cercana a los separatistas. Por el contrario, si se mostraba efectiva en las operaciones de pacificación, la minoría tamil empezaba a verla como un enemigo y aliada del Estado. Finalmente la decisión del gobierno indio consistió únicamente en comprometerse con el cumplimiento de los acuerdos suscritos por todas las partes en 1987, conocido como el acuerdo India-Sri Lanka.
Dentro de los principales compromisos contenidos en el acuerdo se encontraban el cese inmediato al fuego, amnistía para las tropas indias encargadas de la seguridad en las zonas de conflicto, y conceder estatus oficial al idioma tamil. Por su parte, India se obligaba a contener a los Tigres y evitar que usaran su territorio continental para refugiarse. El acuerdo también incorporaba el compromiso de parte del gobierno cingalés de regresar la autonomía política a las zonas que previamente habían estado controladas por la minoría tamil. Para lograr este objetivo se generó un sistema de gobierno no centralizado, que consistía en la creación de consejos provinciales con cierto grado de autodeterminación.
Sin embargo, la falta de voluntad de todas las partes en el conflicto impidió que la mayoría de los acuerdos se respetaran, de tal manera que la violencia volvió a escalarse a principios de los noventa, sobre todo cuando India decidió retirar sus tropas de territorio cingalés. (Ganguly, 2004) La posibilidad de un acuerdo entre ambos bandos resultaba bastante baja para ese momento, pues mientras que para los cingaleses el punto de partida eran los compromisos no respetados del pacto India-Sri Lanka, la desconfianza de los tamiles los orilló a demandas que estaban fuera de la discusión para la mayoría en el poder.
A principios del año 2000, después de una larga intervención diplomática noruega, los grupos radicales Tamiles, encabezados por los Tigres de Liberación del Eelam Tamil, acordaron un alto al fuego unilateral, con la esperanza de que la mediación europea presionara al gobierno cingalés. Aparentemente el conflicto empezaba a tener posibilidades de solucionarse. Sin embargo, las presiones de los grupos nacionalistas cingaleses se volvieron demasiado fuertes, combinándose con una severa depresión económica que debilitó el gobierno de centro de Chandrika Bandaranaike. Al mismo tiempo que en el congreso se vetaba una ley que podía garantizar autonomía federal para las provincias de mayoría Tamil, el ejército cingalés inició una gran ofensiva en contra de los territorios que se encontraban en poder de los Tigres. Sin embargo, el conocimiento más amplio que este grupo tenía de la región (a la que los comandos cingaleses habían entrado pocas veces), les garantizó la victoria. El gobierno cingalés no sólo tuvo que lidiar con las bajas en el ejército, sino también con el desprestigio de no poder hacer frente a los grupos rebeldes y las turbulencias económicas. (Ismail, 2005) En ese sentido, el oficialismo perdió doblemente, pues el acuerdo de paz unilateral, que los Tigres habían aceptado básicamente sin pedir nada a cambio, fue destruido.
Esta derrota del gobierno cingalés permitió la configuración de un clima político mucho más simpatizante con el establecimiento de nuevas pláticas de paz. El nuevo gobierno de Sri Lanka, elegido en 2001, parecía más dispuesto a detener las políticas de aniquilación tamil que, de cualquier manera, poco éxito le habían representado.
Aunado a la mayor disposición oficial para encontrar una solución al conflicto, por parte de los Tigres también comenzó a surgir una necesidad más imperante de alcanzar acuerdos. Después de los ataques del 11 de septiembre estadounidense, la mayoría de los países de donde los Tigres de Liberación obtenían sus recursos declararon a esta organización como un grupo terrorista, imposibilitando el movimiento de capitales y congelando sus activos. Por lo tanto, los Tigres comenzaron a ver restringida su capacidad de sostener por mucho más tiempo una guerra de alta intensidad con el gobierno cingalés. (Johnson, 2005)
Sin embargo, la victoria tamil del año anterior también tuvo consecuencias adversas a la solución del conflicto. Los sectores más conservadores de la política en Sri Lanka, apoyados por el ejército, decidieron que era momento de acabar con las desventajas tecnológicas de la milicia nacional y comenzaron a establecer lazos de colaboración con países expertos en tácticas de defensa y ataque. Para 2002 el presupuesto militar de Sri Lanka subió a más de un billón de dólares y el país suscribió varios acuerdos de cooperación militar con estados como Israel y Estados Unidos. (Ganguly, 2004)
Todo este contexto facilitó que a finales del 2002, se firmara un cese al fuego bilateral indefinido, que además incluía la creación de una franja de territorio neutral entre ambas partes del conflicto. Este acuerdo generó un gobierno tamil de facto en sus áreas de dominio, que supuestamente, serviría posteriormente para encontrar una solución permanente al problema.
Sin embargo, el optimismo generado por el establecimiento de las pláticas de paz fue esfumándose poco a poco. Inmediatamente resultó evidente que ambas partes habían aprovechado el alto al fuego para reorganizar y reequipar sus brazos armados, y que, especialmente los Tigres, habían violado en repetidas ocasiones los términos de la tregua. En abril de 2003, los Tigres Tamiles de Liberación rompieron definitivamente con las pláticas de paz.
Las negociaciones no volvieron a restablecerse y el gobierno de Sri Lanka emprendió una fuerte ofensiva que culminó en 2009 con el abatimiento de todos los miembros de los Tigres de Liberación del Eelam Tamil.
Las razones del conflicto
De acuerdo con Sankaran Krishna, no existe un grupo étnico inherentemente propenso al separatismo o la secesión. El hecho de que las minorías se inclinen por estas opciones depende del grado de centralización y mayoritarianismo que acompañe al proceso de creación del estado. Dependiendo de la voluntad que las mayorías tengan de conceder algún tipo de autonomía y reconocimiento a las diferencias étnicas de los grupos minoritarios, estos escogerán encausar sus necesidades y reclamos por vías institucionales o armadas. (Krishna, 1999)
En el caso del conflicto étnico en Sri Lanka, parece claro que, por lo menos la radicalización de las exigencias tamiles, tienen su origen en la poca disposición de la mayoría cingalesa a conceder las demandas más básicas de la minoría. En este apartado nos concentraremos primero en describir el aspecto objetivo del origen del conflicto, para después enfocarnos en las cuestiones identitarias más profundas.
a) Elementos geográficos y demográficos
Una de las razones más evidentes para el surgimiento del conflicto entre tamiles y cingaleses tiene que ver con la simple configuración del territorio de Sri Lanka y la distribución de su población.
La población del país está compuesta por un poco más de 16 millones de personas, de las cuales el 74% son cingaleses y 13% son tamiles. Esta división étnica también se encuentra potenciada por una diferencia en las creencias religiosas; mientras que la mayoría cingalesa es budista, la minoría tamil es hinduista.
Por otro lado, debido a razones históricas relacionadas con la actividad económica durante la colonia, los tamiles se encuentran concentrados en el norte y noreste de la isla, mientras que los cingaleses ocupan el centro y sur. Aunque la división no es absoluta, la mayoría tamil en el norte es suficiente para garantizarle una sobrerrepresentación en los asientos del congreso asignados a esa zona, situación que se reproduce en sentido contrario para el resto del país.
Esta diferenciación geográfica tiene otra consecuencia importante en relación con la actitud opresora de la mayoría cingalesa: en el sur de la India, muy cerca de las cosas de Sri Lanka, existen cerca de 60 millones de tamiles. El gobierno cingalés argumentaba que la cercanía geográfica e ideológica podía representar una amenaza. Pero este temor nunca ha tenido una justificación real. Incluso durante el dominio británico, los tamiles estuvieron armónicamente integrados a la vida social y política en el país, sin intenciones ni inclinaciones por un Estado Tamil en conjunción con la India. (Pfaffenberger, 1981)
b) Políticas públicas
Durante la dominación británica, el aparato gubernamental privilegió la contratación de miembros de la minoría tamil en las posiciones claves del gobierno. La burocracia cingalesa estuvo, durante mucho tiempo, compuesta en gran mayoría por tamiles educados en Inglaterra que mantuvieron posiciones claves en el gobierno incluso después de declarada la independencia.
Esto provocó que, ya sin el apoyo británico a los tamiles, la mayoría cingalesa considerara amenazado su estatus social dada su desventaja en el acceso al poder. Poco después de la retirada inglesa, el congreso de Sri Lanka, dominado por los cingaleses, comenzó a implementar una serie de políticas públicas orientadas a revertir la desventaja en la que esta minoría se encontraba frente a los tamiles mejor educados.
En 1956 se aprobó el acta “Sólo cingalés”, que prohibía el uso oficial del idioma tamil y obligaba a los burócratas pertenecientes a esta minoría a aprender cingalés en un período de cinco años. Esta ley también instauró el budismo como religión oficial del Estado, situación que fue percibida por la minoría tamil como el fin de un estado secular y neutro.
En 1972 se promulgó una nueva Constitución en la que no se incluyó el sistema federal que se le había prometido a la minoría tamil durante varios años, y menos su reconocimiento como un grupo cultural diferenciado. Incluso, la Constitución incluía disposiciones que se encargaban de asegurar el dominio cultural e ideológico de la mayoría cingalesa: se implementaron acciones afirmativas para restringir el acceso de la minoría a las universidades y puestos de gobierno. Aún más importante resultó el cambio de nombre el país, hasta entonces conocido como Ceylán, que pasó a llamarse Sri Lanka, apelativo proveniente de la mitología cingalesa. (Krishna, 1999)
Estas políticas públicas demostraban la necesidad cingalesa de afirmar de manera contundente los símbolos característicos de su identidad nacional. Este imperativo tuvo su origen en el hecho de que los líderes ideológicos y culturales pertenecientes a esta etnia consideraron que cuatro siglos de dominio colonial habían debilitado sus estructuras tradicionales. El único objetivo que perseguían era conservar lo que aún quedaba y podía rescatarse de la identidad nacional. En este sentido, las aspiraciones nacionalistas Tamiles representaban una amenaza en contra de la consolidación de un Estado finalmente cingalés. Por su parte, los Tamiles sentían que el esfuerzo nacionalista cingalés tenía la intención de absorber y asimilar la cultura tamil. La minoría se sentía absolutamente desprotegida y acosada por un gobierno hostil.
Esta sensación al interior de la minoría tamil fue la que generó el clima adecuado para el surgimiento de los movimientos separatistas. Las demandas de autonomía podrían verse como respuestas a la sensación popular de abusos por parte de los oficiales del gobierno cingalés.
A estas políticas orientadas a crear una diferenciación social entre ambos grupos étnicos pueden agregarse otras implementadas por el gobierno cingalés recientemente, como la promoción de generar colonias dentro del territorio tamil, otorgando grandes facilidades a miembros de la mayoría étnica, que van desde exenciones de impuestos hasta casas gratuitas.
c) Cuestiones culturales
En el fondo del enfrentamiento entre tamiles y cingaleses se encuentra la misma construcción identitaria que asegura que ambas culturas representan el último reducto de su esencia tradicional. Por parte de los tamiles, aunque históricamente están relacionados con los Tamiles que habitan el sur de la india, argumentan tener características únicas y preservar la verdadera esencia de la civilización Tamil, de tradiciones ancestrales. Los tamiles de Sri Lanka son, en ese sentido, ortodoxos que no ven con buenos ojos el comportamiento de aquellos que habitan el sur de la India y menos, la interacción con los cingaleses. La visión que la minoría tiene respecto a las intenciones del Estado respecto a las cuestiones culturales queda bien representada por la primera declaración emitida por los líderes tamiles después de la reforma a la Constitución en la década de los 70: “La constitución de 1972 apunta a convertir a los Tamiles en una nación esclava, gobernada por su nuevo amo colonial, los Cingaleses, que están usando un poder usurpado, para despojar a la nación Tamil de su territorio, lenguaje, ciudadanía, vida económica, oportunidades de empleo y educación, y por lo tanto, destruyendo todos los atributos de la nacionalidad del pueblo Tamil.” (Pfaffenberger, 1981)
Por su parte, los cingaleses argumentan que su cultura e idioma sólo pueden encontrarse en Sri Lanka, lo cual los convierte en una minoría frente al resto del mundo. En su opinión, los siglos de dominio colonial debilitaron una identidad que, desde que consiguieron independencia del imperio británico, tiene una última oportunidad de sobrevivir.
La posibilidad del federalismo en Sri Lanka
Después de haber hecho un breve recuento de las fuentes del conflicto étnico en Sri Lanka, sólo queda presentar cuáles son los intentos de soluciones que existieron durante la vigencia del enfrentamiento. La mayoría de las herramientas políticas que se utilizaron consistieron en variaciones de una propuesta federal, que cuando fue sostenida por los tamiles no encontró aceptación dentro de la comunidad cingalesa y, por el contrario, cuando después de varias décadas de enfrentamiento, fue finalmente adoptada por los cingaleses, ya no era considerada suficiente por los radicales tamiles. (Oberst, 1987)
Las promesas de un estado federado con autonomía para la región tamil datan de 1926, cuando, como parte de su campaña por un Ceylán independiente, Solomon Bandaranaike, líder independentista, prometió un arreglo político que respetara la organización étnicamente diferenciada del territorio. Sin embargo, ni siquiera con la victoria de los movimientos independentistas en 1948 se cumplió la promesa. Y no debido a la falta de voluntad política de los líderes históricos, relativamente cercanos a las élites tamiles que habían sido importantes piezas en la lucha contra el imperio británico, sino por la presión de la inmensa mayoría cingalesa, que veía en los tamiles, ya desde ese momento, un peligro de intervención de la India.
La exigencia federalista de los tamiles se justificaba mediante la construcción de un discurso relacionado con una identidad absolutamente distinta a la cingalesa, y durante la etapa de lucha institucional, entre 1956 y 1970, estuvo representada políticamente por varios partidos federalistas. El más importante, el Partido Federal Tamil, contendió en varias de las elecciones del Ceylán independiente, ganando con regularidad puestos en el congreso.
Sin embargo, durante buena parte de la duración del conflicto, la implementación de un sistema federal resultó imposible debido a la presión de las mayorías cingalesas en el congreso. Con la entrada en vigor de los acuerdos suscritos por las partes en disputa, gracias a la intervención de India en 1987, surgió la posibilidad de que la exigencia de los tamiles finalmente se hiciera realidad. (Ismail, 2005)
Como se mencionó anteriormente, parte de los acuerdos adquiridos a finales de la década de los 80, implicaban el regreso de la autonomía a ciertas zonas de Sri Lanka que se encontraban absolutamente controladas por la minoría Tamil. El sistema concedido por los cingaleses, sin embargo, fue mucho menos que un federalismo restrictivo. La solución consistió en la creación de consejos provinciales que, aunque gozan de un grado alto de autonomía, están constreñidos a la decisión final que se tome desde el centro.
Esto se ve reflejado en la estructura que tienen los gobiernos provinciales, compuestos de varios representantes que conforman un consejo, elegido mediante voto directo por la población de la región, y un representante del primer ministro, elegido por el gobierno central. Este último personaje conserva el derecho de vetar efectivamente las disposiciones adoptadas por los consejos provinciales, pues en sus manos queda el poder ejecutivo. Por otro lado, este representante del gobierno central tiene la facultad de disolver el consejo provincial, llamando de nuevo a elecciones hasta que una composición más favorable a la mayoría cingalesa se haga con el poder.
Pero la estructura viciada de los consejos provinciales no es la única falla que tiene el sistema cuasifederalista en Sri Lanka. Varios factores juegan, aun hoy en día, en contra del correcto funcionamiento de esta división política. (Ganguly, 2004) El primero es la gran oposición que existe dentro del congreso nacional por respetar las atribuciones locales de los consejos, competencias que siempre se encuentran amenazadas por la mayoría cingalesa en la cámara de representantes. El segundo es la negativa de las autoridades locales cingalesas a delegar efectivamente el poder político en las manos de los tamiles elegidos para desempeñar cargos públicos. El último problema es provocado, extrañamente, por los propios tamiles, quienes –por lo menos hasta la derrota de los Tigres en 2009- no estaban dispuestos a aceptar nada menos que la independencia y la construcción de un Estad independiente nuevo.
Otro factor que juega en contra de la posibilidad de un federalismo efectivo para Sri Lanka es el peso cultural que la idea de nación unitaria tiene para la mayoría cingalesa. Con la intención de reafirmar sus características culturales, siempre consideradas en peligro, la juventud en Sri Lanka se encuentra constantemente bombardeada por exigencias de homogeneidad cultural representadas por la exaltación de la identidad nacional. En este sentido, el federalismo siempre les ha parecido una especie de primer paso hacia la división de Sri Lanka.
Conclusión
Aunque el conflicto en Sri Lanka ha terminado de manera oficial con la aniquilación de los líderes de los Tigres de Liberación del Eelam Tamil en 2009, no es difícil notar que todos los elementos que originaron el enfrentamiento en primera instancia siguen vigentes. Sin embargo, también es cierto que los Tigres no eran los únicos representantes de la minoría tamil y que su estrategia para lograr la creación de un estado Tamil independiente no fue la mejor. En cierto sentido la desaparición de un grupo tan radical como los Tigres abre la puerta a que surjan nuevas posibilidades de solución al conflicto.
Sin embargo, para que esto sucediera se necesitarían algunos cambios al interior de la sociedad cingalesa, en gran medida relacionados con la radicalidad de las exigencias de ambos grupos; incluso las propuestas de los tamiles y de los cingaleses moderados son incompatibles entre sí. Esto se debe a la persistencia de miedos y desconfianzas que, aunque tienen su origen en la historia reciente, apelan a diferencias ancestrales cuya solución resulta casi imposible.
Probablemente el miedo más grande de los cingaleses es la posibilidad de que la cultura Dravidiana, de la cual provienen los tamiles, pueda terminar por absorber la particularidad étnica que ha encontrado refugio en Sri Lanka. Cerca de 180 millones de personas están de alguna u otra manera culturalmente relacionadas con los tamiles, tan sólo a unos cuantos kilómetros de la costa cingalesa.
Esta autoconstrucción como una identidad en constante peligro de ser eliminada ha provocado una gran inseguridad en los cingaleses, lo cual ha desembocado en una gran necesidad por afirmar, muy intensamente, los elementos culturales que consideran importantes. Sin embargo, los mecanismos que han utilizado para lograr la permanencia de su identidad nacional han desatado en la minoría tamil un proceso similar, generando la misma sensación de amenaza cultural en su interior.
Lo que sucede en Sri Lanka es, en gran medida, consecuencia de la implementación de estructuras sociales occidentales en sociedades con estructuras de valores incompatibles, pero también es producto de una particularidad histórica que, tal vez, no permita que el enfrentamiento se resuelva jamás; en el territorio de la isla se enfrentan dos comunidades cuya autocontemplación parte de la idea de que son una minoría en peligro de desaparecer.
Bibliografía
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Pfaffenberger, B. (1981). The Cultural Dimension of Tamil Separatism in Sri Lanka. Asian Survey , 1145-1157.
Shastri, A. (1190). The Material Basis for Separatism: The Tamil Eelam Movement in Sri Lanka. The Journal of Asian Studies, , 56-77.
[1] El gentilicio aceptado en castellano desafortunadamente sólo hace referencia a la mayoría étnica cingalesa de Sri Lanka.