Por Luis Hernández
Muchas veces se ha discutido el verdadero significado que tuvo la Revolución Mexicana, pero no siempre se da con él. De alguna u otra manera podemos asegurar que la élite burguesa creada desde tiempos porfirianos fue la que se afianzó en el control político y económico del país después de la caída de Díaz, debido a la situación de subordinación que sufrió durante su mandato. No obstante, esa misma burguesía supo aprovechar el momento que atravesaba el país y logró interpelar a las capas bajas de la población que sufrían gracias al régimen de Díaz.
Después de que Madero y su movimiento llegaron a ser cabeza del gobierno del país, rápidamente tuvo que controlar ciertos sectores que querían la silla presidencial: los caudillos y los militares. Recordemos que el camino más fácil para llegar al poder era mediante las armas, de lo cual son evidencia todos los planes que surgieron por doquier durante aquéllos años. A la llegada de los sonorenses a las puertas del poder, éstos rápidamente mostraron su interés en el mismo mediante el control militar, en especial sobre el cacicazgo regional, que más adelante mencionaremos.
La llamada “élite revolucionaria” supo aprovechar de buena manera los deseos que tenía desde tiempos de Díaz. Uno de los casos más sobresalientes es el de Obregón y Madero. El primero supo manejar su situación como dueño de grandes hectáreas para lograr acuerdos comerciales con distintas empresas de Estados Unidos, mientras que el segundo supo aprovechar las alianzas logradas con empresarios también de aquél país, que se vieron afectados por las intenciones de Díaz de reducir la entrada de capital norteamericano, para abrir el país a la inversión de otras naciones.
Hans Werner sentencia de manera contundente que “la revolución impulsó a un segmento muy específico de esta “clase media”, a saber: los integrantes de la clase media baja, insatisfechos económicamente y frustrados en sus aspiraciones sociales y políticas por la situación económica porfirista”,[1] para llevar a cabo la rebelión en contra del antiguo régimen. El control político que tuvo esta élite poco a poco desplazó los verdaderos ideales que configuran la idea de Revolución, y más bien permitió el auge de los intereses de quienes pretendían tener el control del país. Gubernaturas y puestos de jerarquía fueron un buen premio para los allegados a los provenientes de esta élite.
Una vez que los sonorenses llegaron al poder, maquillaron desde arriba el plan a ejecutar para poder hacerse con el control de la política por diversos medios. La eliminación de adversarios comenzó con el control ejercido sobre el ejército, ya que algunos generales opositores al proyecto de Obregón y Calles fueron rolados de batallón, en buena medida para terminar con la fidelidad a una figura e intercambiarla por fidelidad al Estado. Otros más fueron enviados como diplomáticos para mantenerlos de alguna manera “fuera de la jugada”. La eliminación política de adversarios rendiría sus frutos hasta el rompimiento de Cárdenas con Calles, lo cual significó el fin del periodo conocido como “maximato”.
Cabe señalar que Calles decidió colocar a gente de su grupo en el ministerio de guerra, lo cual le facilitó seguir teniendo control político por detrás del presidente que estuviera en ese momento, que además, también era gente de su círculo.
A la par de esta eliminación de adversarios recordemos que el surgimiento del PNR significó el surgimiento de un bastión que concentraba todo el respaldo político estatal, al ser el partido oficial, lo cual permitió controlar a los diversos bloques políticos. Uno de los grandes rivales que tuvo el partido y sus dirigentes fue José Vasconcelos, quien terminó su relación con Calles y recurrió al antiguo Partido Nacional Antirreeleccionista, teniendo como consecuencia una derrota a manos del partido oficial. Este hecho marcó el origen del fuerte control político ejercido desde arriba, ya que no olvidemos el hecho de que diversas organizaciones tuvieron que adherirse al partido (y a la CROM en su momento), para poder tener alguna aspiración económica segura, obviamente a cambio de apoyar las reformas y políticas estatales. De esta manera fueron controlados los sindicatos y sus masas correspondientes. Lorenzo Meyer nos lo clarifica más este procesoal sentenciar que “este precedente fue la subordinación política de las organizaciones obreras al nuevo régimen con el objeto de que sus agremiados alcanzaran metas económicas que por sí solos no hubieran sido capaces de lograr”[2]. Y así podemos asegurar que el PNR sirvió como eje que se encargaría de extinguir, de cualquier modo posible, a ciertos grupos de oposición.
El control en los poderes locales fue un gran desafió para la gente de Calles y para él mismo. Personas como Saturnino Cedillo en San Luis Potosí son el ejemplo más claro, donde el cacique se convierte en un personaje dominante de la economía y política locales. Esto llevó, incluso, a Cedillo a ser gobernador del estado. Tenían que generarse alianzas múltiples para no correr el riesgo de quedar fuera del control político, ya que durante el crecimiento del PNR “…por fusilamiento o por exilio se eliminó a nueve generales divisionarios, ocho generales de brigada y 30 brigadieres. El aparato político también fue objeto de la limpia: cuatro gubernaturas quedaron vacantes y otros tantos senadores y 51 diputados fueron desaforados”[3], y al ocurrir esto, los que intentaran desafiar al Estado tendrían una consecuencia grave, ya que “era mejor jugar dentro de las reglas (del Estado) si se perdía, que al margen de ellas”[4].
Bajo estas evidencias podremos asegurar que el movimiento revolucionario fue en verdad un movimiento creado por la burguesía originada por el gobierno de Díaz, gracias al mal trato que éste les dio, burguesía que supo manejar ideológicamente el movimiento para involucrar a las capas sociales más bajas en busca de beneficio propio, y que hasta la actualidad mantiene al país sumergido en un estancamiento de diversas índoles. No obstante, el General Lázaro Cárdenas retomaría en algún momento las necesidades del pueblo.
Bibliografía
[1]Tolber, Hans Werner, La revolución mexicana. Transformación social y cambio político, 1876-1940. En “Estado y sociedad: la creación del nuevo sistema político”, pp. 500
[2] Meyer, Lorenzo, “La etapa formativa del Estado mexicano contemporáneo (1928-1940), Foro Internacional, vol. 17, núm. 4, pp. 465.
[3]Meyer, op. Cit., pp 460.
[4] Ibid,., pp.460
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