Tres versiones de El Beso de la Mujer Araña (Manuel Puig, 1976)

2kiss of the spider woman

Por Eduardo Landas

Desde su publicación en 1976, la novela de Manuel Puig, El beso de la mujer araña ha sido trasladada al cine y al teatro, en el último caso con varios libretos diferentes. A parte de la versión literaria, las realizaciones más famosas son la película, escrita por Leonard Schreder y dirigida por Hector Babenco en 1985, y un musical, escrito por Terrence McNally en 1992.

Aunque entre ellas son muy diferentes, todas las versiones mantienen en mayor o menor medida el elemento constante de que entre Luis Molina y Valentín Arregui hay una poco común historia de amor. Se trata de dos prisioneros que sobreviven en una cárcel de algún país latinoamericano no identificado. Y aunque Arregui es atrapado por ser activista político de izquierda, mientras que Molina se encuentra recluido por corromper aun menor (situación que él nunca confirma directamente en ninguna de las versiones, e incluso es puesta en duda en el musical), puede decirse que ambos son de cierta manera presos políticos; ya que el segundo es un homosexual desinhibido. Si no fuera por esta coincidencia, podría decirse que se está hablando de tres historias diferentes. En la obra de Puig (escrita durante uno de los momentos más crudos de la dictadura argentina), el elemento político de la trama está ampliamente desarrollado, cosa que se pierde –aunque no totalmente- en la película y que de plano queda ausente en el musical de Broadway. En estas dos últimas versiones lo que se privilegia es la función de evasión psicológica que tienen las películas que Molina cuenta detalladamente a Arregui, y que ocupan buena parte de la trama, probablemente porque aquellas resultan mucho más atractivas cinematográficamente que el largo diálogo mediante el cual Puig construyó su historia.

En contraste, a lo lago de la novela la función de las películas contadas por Molina no es nada más la de brindar un escape imaginario a los presos, sino también dotar a un diálogo aparentemente cotidiano de un gran peso ideológico. Las fantasías en las que Molina se embarca permiten reconstruir todo el imaginario político y social de dos sectores terriblemente distintos de la sociedad latinoamericana de los 70; al que pertenece Molina, irónicamente permeado por los ideales conservadores que privilegian a las instituciones sociales establecidas, como la familia, el matrimonio y los roles tradicionales de género, y el de Arregui, fundamentado en la convicción de que el cambio social y la revolución son necesarios e inevitables. El brinco de la literatura al cine y posteriormente al teatro parece haber funcionado como proceso para destilar los elementos de crítica social de la trama original. Una manera posible de explicar esta depuración es utilizar el contexto histórico en el que fue producida cada una de las obras, debido a que hay amplias probabilidades de que no resulte igual decir algo durante los 70, en plena dictadura y polarización mundial, que en los 80, en medio de una crisis económica internacional, o en los 90, después de la debacle del socialismo real.

La novela

Reduciendo un poco la riqueza de la trama, puede decirse que la novela de Puig tiene dos temas principales; la rebeldía sexual de Molina y la política de Arregui. En relación con el primero, resulta esclarecedora la siguiente declaración del propio autor:
Nací en las pampas donde la vida era bastante dura, muy difícil – casi como en el lejano oeste. El prestigio de la fuerza. Nadie cuestionaba el machismo. La autoridad tenía el mayor prestigio disponible… Estas eran las coordenadas. La debilidad y la sensibilidad no tenían prestigio. Es el mundo que yo rechacé.[1]

Debido su orientación sexual, era comprensible que a Puig le resultara difícil vivir en la Argentina de la dictadura, sobre todo después de haber estudiado varios años en una Europa mucho más liberal (regresó a Buenos Aires en 67, tan sólo unos meses antes del mayo francés, por ejemplo).
Su país había pasado por varias décadas de conflictos políticos ininterrumpidos, en los que un gobierno tras otro era derrocado por militares, siendo la única constante Perón o el peronismo, que sólo resolvió su esquizofrenia ideológica hasta la década de los 70, cuando decidió finalmente apoyar a la derecha después de años de indecisión en los que también coleccionó seguidores de izquierda.
Sobre este contexto Puig afirmaba que, en su cultura, los hombres eran condicionados a convertirse en opresores de los débiles y especialmente de las mujeres. De ahí que considerara que el acto más radical que un hombre podía cometer era invertir completamente su rol de género y convertirse en una mujer sumisa,[2] que es justamente el rol de Molina. En este sentido, aunque Molina no tiene un discurso político radical – constantemente afirma no entender nada de las cosas políticas de Valentin- es un personaje bastante subversivo. Para tener una pequeña noción de cómo era el contexto social en Argentina durante esa época, puede tomarse en cuenta que conquistas feministas como el voto y el divorcio por mutuo acuerdo, fueron legalizados casi hasta el inicio de la década de los 50.
El otro modelo de rebeldía presente en el imaginario social de los 70 eran los revolucionarios, que surgían en todo el mundo emulando la figura del Che Guevara, cuya doctrina del foquismo fue ampliamente implementada por los radicales argentinos.[3] Toda la descripción que Puig hace de Arregui durante la novela es la de un típico miembro de una célula encargada de desarrollar un foco revolucionario. Por la fecha en la que Arregui es encarcelado (1972) puede pensarse que además de opositor a la dictadura en turno, es miembro del movimiento obrero que tuvo auge en aquél país a finales de los 60.

Tomando en cuenta el protagonismo que la rebeldía tiene en la novela, es posible entender por qué fue prohibida por la dictadura hasta los años 80. Independientemente de que en la superficie se hable sobre temas espinosos como la homosexualidad o el papel de la izquierda, lo realmente peligroso de la trama es que se trata de un cuestionamiento total a las instituciones sociales, que terminan de cabeza con el último beso de Valentín y Molina. Puig afirmó durante la promoción de la versión cinematográfica: “Se trata en gran medida sobre la represión ideológica y social de Argentina en 1973, pero de lo que yo quería hablar principalmente, era de la posibilidad de que la gente cambie”.

La película

El beso de la mujer araña se estrenó en Cannes en 1985, y le valió el premio a Mejor actor a William Hurt, quien interpretó el papel de Molina. En Estados Unidos fue la primera película no financiada por lo grandes estudios que ganó un Óscar, y el personaje de Hurt el primer homosexual nominado al codiciado premio.
A pesar de que para la fecha de estreno de la película la Guerra Fría ya no tenía el grado de intensidad que había hecho temer a la humanidad por su supervivencia, y de que la dictadura en Argentina había caído, hubo muchos problemas para que obtuviera una buena distribución. Un publicista incluso afirmó: “Este proyecto es una pesadilla de mercadotecnia, un marica y un rojillo en una cárcel, ¿a quién vas a odiar más?”.
Y es que en el ambiente, además de la amenaza socialista, que aunque se dirigía notoriamente a su debacle aún permanecía en el imaginario norteamericano como un peligro, había un elemento extra: el SIDA. El personaje de Molina era la descripción de lo que después se convirtió durante la década de los 80 en el cliché estigmatizado del homosexual seropositivo. Por lo tanto, la película fue sometida a una exhaustiva edición, después de ser rechazada por el Festival de Cine de Nueva York (el documento de prensa no indica en qué consistió la edición, pero la versión original jamás fue lanzada).
Aunque el guión de la película es bastante respetuoso de la trama ideada por Puig (que aun vivía y participó activamente durante la filmación), las referencias más obvias a la junta argentina fueron retiradas y la historia trasladada a Brazil. Por otro lado, la importancia que concentraron los relatos de las películas hechas por Molina, transformaron buena parte del discurso de la película. Aunque para un espectador latinoamericano sigue siendo evidente que el tema principal de la historia es la solidaridad entre dos sectores oprimidos de la sociedad, para los anglosajones la moraleja no estaba tan clara. Algunos aspectos de la película apuntaban a que se trataba de una oda a la influencia del cine Hollywoodense de los 30-40. Por ejemplo, un crítico afirmó lo siguiente sobre la película:
El beso de la mujer araña es un testimonio de la influencia global del cine americano antiguo sobre otras culturas, y sobre la habilidad de las otras culturas de absorberlo y reflejarlo en maneras que le son propias y únicas. Honra el donde de Cuentacuentos del cine americano y la solidez de su manufactura.[4]

El musical

El musical fue montado por primera vez en West End, Londres, durante 1992. Pero tuvo mucho más éxito en Broadway, un año después. El guión descansa en mayor medida sobre la adaptación hecha para la película, que en libro de Puig, lo cual contribuye a que el discurso político quede totalmente diluido. La obra es, a todas luces, una oda a la época de oro del cine Hollywoodense. Debido al presupuesto más amplio para el teatro, la puesta en escena incluye, a diferencia de la versión cinematográfica, más de una de las historias que Molina le cuenta a Valentín, todas ellas musicalizadas.
Aparte de estar también situada en Brazil, la trama cambia en dos sentidos importantes. El más evidente, que Molina es atrapado y regresado a la prisión para presionar a Valentín a que confiese el paradero de sus compañeros revolucionarios. Pero también hay un cambio más sutil, lo que hay afuera de la prisión se vuelve mucho más importante para los personajes. Mientras que en la novela y en la película la celda se transforma en un universo en el que ambos personajes pueden ser libres y comportarse respecto al otro como les plazca (Arregui incluso lo explicita en un bellísimo diálogo sobre la libertad, cuando intenta convencer a Molina de que no se arrepiente de haber hecho el amor con él), el coro musical que sirve como hilo conductor de la historia es lo que Valentín y Molina harán al salir de su celda; todo lo que hay over the wall, frase repetida incesantemente.
La eliminación del discurso político y la enorme importancia del mundo exterior no sólo tienen que ver con el aumento de la inocencia en la trama, que se vuelve un despliegue de nostalgia hollywoodense, sino también con la caída del Muro de Berlín y la sensación de que finalmente, occidente no tiene a nadie con quién enfrentarse. Que en la trama de la obra lo importante para Valentín –situado over the wall- sea su novia burguesa y su modo de vida, y para Molina su trabajo de vestidor de maniquíes, puede ser interpretado como metáfora de lo que encontrarían los países ex-socialistas una vez que la última barrera que los separaba del mundo capitalista desapareciera.

[1] Sosnowski, Saul “Manuel Puig: Entrevista”, Hispamerica 1, Mayo 1973, p. 69.
[2] Watkiss, Sophie, “Study Guide for Kiss of the Spider Woman By Manuel Puig”, disponible en http://www.everymanplayhouse.com/documents/project/Kiss%20of%20a%20Spider%20Woman.pdf (acceso 28 de julio), p.4
[3] Crevari, Esteban, “Los 70: La argentina radicalizada”, disponible en http://decadadelsetenta.pais-global.com.ar/index.php/508 (acceso 28 julio 2009).
[4] Kiss of the Spider Woman re-realease press Kit. Disponible en http://www.kissofthespiderwoman.com/kotsw_press_kit.pdf (acceso 28 julio del 2009)

Tags: Ensayos, Cine

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