LA ELOCUENCIA DEL MOMENTO*

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Por Diana Karen

 

El presente texto fue escrito en vísperas del Bicentenario de la Independencia de México y del Centenario de la Revolución Mexicana (hace dos años). Sin embargo, me parece que el texto quedó escrito de tal manera que hoy día, en vísperas de las elecciones presidenciales del 2012, podemos trasladar situaciones similares del contexto de efervescencia social, de múltiples escenarios para el debate y discusión y de espacios de expresión pública que han resurgido y que de nueva cuenta se dan las circunstancias que permiten al mexicano colocarse como protagonista de La elocuencia del momento.

Y bien, este panorama de los festejos por el bicentenario me parece interesante: pocas veces en la vida se puede presenciar una cosa tal que mueva masas a gran escala, sin discriminar etnia, estatus, edad, religión, y toda clase de distinciones o instituciones que pueden no ser mencionadas. Las masas se están moviendo, no en un sólo sentido, no en una sola dirección, sin embargo, se están moviendo.

Tenemos un banquete de opiniones. Tenemos a los hostiles hacia la festividad y tenemos a los fiesteros. Cada uno con sus respectivas justificaciones del porqué no y del porqué sí festejar; pero nadie es indiferente a esta fecha.

¿Qué ha ocurrido desde 1810 y desde 1910 hasta hoy?, es decir, ¿Qué pasó con las intenciones primeras que se tenían como finalidad, para la gente y para el País? Hacer un examen a cada una de las peticiones insurgentes tanto de un levantamiento como del otro, no sería posible al menos en éste espacio, pero me parece que esa pregunta es el parteaguas de nuestros pensamientos nacionalistas y por ende la semilla que da vida al árbol de diversidad de juicios.

Nosotros, los mexicanos, estamos ubicados en alguna parte de ese árbol de la diversidad de opinión.

Las personas que, sin lugar a equivocarme, son muchas, festejan a las grandes empresas, siendo más que nunca objeto de su manipulación, ignorantes de sí, de la causa, del fin último incluso de su propia vida, van a tomarse un tiempo para “festejar “el centenario y bicentenario. Van a ignorar por unas horas la realidad. De repente nombrarán uno que otro patriota y, si alguno es entendido del tema, dará una escueta reseña de cómo intervino ese personaje en la Independencia o en la Revolución. Otros, ni siquiera se tomarán esa molestia, y llevarán la fiesta sobre una balsa que parte de la efeméride y va con rumbo al garete.

Estás personas están en las hojas del árbol, lo más lejos posible de sus raíces, y que cada vez se distancian más y más, incluso de manera inconsciente. Como ya es de suponer, las personas que se informan y leen a consciencia la efeméride, están cerca de las raíces. Habrá quienes, quizá, recuerden 1910; las personas que no andan por la vida asintiendo a todo, las personas resistentes, no en el sentido anarquista, sino aquellas que se resisten a bajar la cabeza frente al mal gobierno.

Lástima que, como si fuera un juego de canicas, a nosotros, nos toca rodar, de aquí para allá, cambiar de jugador, de dueño, una y otra vez. Somos las “canicas”.

El asunto no para ahí. Si tenemos malos jugadores ¿También debe significar que haya malas canicas? Si las canicas tuvieran la capacidad de razonar, de ser canicas críticas: ¿no elegirían acaso al mejor jugador? para que jamás estuvieran a expensas de ser perdidas y llevadas a no sé dónde, pues las canicas son la razón de ser del jugador.

Quiero que trasladen este ejemplo al gobierno y al pueblo. ¿Qué hace un gobernador sin gobernar? ¿Qué es lo que están haciendo ahora por su materia prima?

La Nación puede ser un ente abstracto, aunque tenga cuerpo y sea visible, pero no es una persona a quien defender. No es la bandera, no es el himno ni el presidente. La Nación se ha diluido en estos tiempos, y la nación mexicana ha perdido gran parte de su identidad en aras de la globalización.

Entonces, sabiendo que la identidad nacional va en retroceso, y que solo quedan algunos símbolos de identificación del mexicano, mismos que, como ya dijimos, sólo están latentes muy de vez en cuando: como ahora en el bicentenario. Pero seamos honestos: ¿Cómo son la mayoría de las reuniones entre amigos? banales, por chat, de antro, de shopping. Esa es la gente que está celebrando el bicentenario.

En otro tiempo la gente solía tener iniciativa y hacía revoluciones. Quiero creer que aún quedan colegas de ese “estilo”, cuyo interés es un mayor equilibrio en todos los aspectos, que no están sujetos al fanatismo ni a intereses inmediatos.

Las especulaciones no están ausentes, sólo espero que si hay alguien que tenga la intención de liderar una especie de levantamiento, sea a consciencia, que esté más cerca que lejos de las raíces.

“Felices fiestas a todos”.

*Publicada en la Revista electrónica Ahuehuete Digital, 2010. Con el seudónimo ER. http://ahuehuetedigital.site11.com/

Tags: Opinión

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